La importancia de ese encuentro, que cimentó las bases de la farmacia como parte del sistema de salud de nuestros países, se recuerda cada 1° de diciembre.
En ese año, en La Habana, profesionales de las tres Américas se reunieron para delinear los fundamentos de la profesión y del ejercicio práctico de la disciplina, con las particulares características y desafíos que presenta en nuestro continente. Desde ese encuentro, los farmacéuticos festejan su día panamericano, cada año con nuevos desafíos en el horizonte.
Orígen y Federación
En sus orígenes, allá por los tiempos de la civilización egipcia, la actividad farmacéutica estaba ligada tan íntimamente al ejercicio de la medicina que la preparación de las drogas corría a cargo de la misma persona que diagnosticaba y suministraba los tratamientos. Con el correr de los siglos surgieron las boticas y los boticarios, con sus recetas magistrales y locales rebosantes de todo tipo de preparados, desde mandrágora a animales embalsamados, hierbas, azufre, pócimas, almizcle, morteros, balanzas y redomas.
A nivel continental, con el correr del tiempo se fueron fortaleciendo las instituciones para contener la profesión. La primera fue la Federación Panamericana de Farmacia y Bioquímica (FEPAFARBIO), creada para promover los postulados aprobados en la Carta de La Habana. Estos principios de ética fueron reformados en diciembre de 1951, en Lima, Perú, con la denominada declaración de la Farmacia de América, y en Caracas, Venezuela, en 1969, mediante la Carta Fundamental de la Farmacia en América.
El 16 de noviembre de 1994, durante la asamblea realizada en Buenos Aires, la FEPAFARBIO modificó su nombre, adoptando a partir de entonces el nombre de Federación Panamericana de Farmacia (FEPAFAR).
La Diosa Higía
Higía (en griego antiguo “salud”) o Salus en la mitología romana, era una de las hijas de Ascelpio, hermana de Yaso y Panacea; era la diosa de la curación, la limpieza y la sanidad, mientras que su padre estaba relacionado con la medicina. De su nombre deriva la palabra higiene. Adquirió significado propio alrededor del siglo V a.C., ya que hasta entonces era un epíteto más de la diosa Atenea.
Aunque Higía había sido objeto de un culto local desde al menos el siglo VII a.C., no empezó a ser conocida fuera de este espacio hasta que el famoso Oráculo de Delfos la reconoció tras las plagas que devastaron la ciudad de Atenas en los años 429 y 427 a.C. y Roma en el 293 a.C. Así entonces, sus principales templos se encontraban en Epidauro, Corinto, Cos y Pérgamo.
Pausanias señaló que en el ascelpión de Titane, en Sición (fundado por Alexanor, nieto de Ascelpio), las estatuas de Higía se cubrían con cabellos de mujeres y prendas babilónicas. Según algunas inscripciones, estas mismas ofrendas eran realizadas en Paros.
Arifrón de Sición, un artista sicionio del siglo IV a.C., escribió un célebre himno en honor a esta diosa. Artistas como Escopas, Briaxis o Timoteo, entre otros, esculpieron estatuas de Higía. Se la solía representar como una muchacha joven alimentando una gran serpiente enroscada en torno a su cuerpo. A veces, la serpiente bebía de un recipiente que portaba la diosa. Estos atributos fueron adoptados después por la diosa de la curación galo-romana Sirona.
La copa de Higía
La copa de Higía es uno de los símbolos internacionales más conocidos de la profesión farmacéutica. Se la utilizó al menos desde 1796, cuando se la encuentra en una moneda acuñada por la sociedad parisina de Farmacia. Se trata, concretamente, de un símbolo que muestra una serpiente enroscada en una copa o cáliz. La serpiente representa el poder, mientras que el cáliz es el símbolo del remedio.
La serpiente sagrada es la que va a infundirle la dynamis (fuerza, fortuna), la virtus (fortaleza, poder) que transforma la posis (bebida) en pharmakon (el medicamento).