En 1985, en la Conferencia de Expertos en Nairobi, la utilización de los medicamentos pasó a ocupar el primer plano de la agenda internacional. Se consensuó el Uso Racional de Medicamentos (URM). Este concepto consiste en que los pacientes reciban la medicación adecuada a sus necesidades clínicas, en las dosis correspondientes, durante un período de tiempo adecuado y al menor costo posible para ellos y la comunidad (OMS, 1985).



El URM abarca la adquisición, producción, distribución, almacenamiento, dispensación, prescripción y utilización, entendiéndolas como parte del mismo proceso.

En mayo de 2010, en una publicación de la OMS, se divulgó que se “…calcula que más de la mitad de los medicamentos se prescriben, dispensan o venden de forma inapropiada, y que la mitad de los pacientes no los toman correctamente…”. El uso incorrecto de fármacos abarca la polifarmacia; consumo excesivo de antibióticos e inyecciones; la prescripción no ajustada a directrices clínicas; automedicación inapropiada; siendo las principales complicaciones que se encuentran mayormente en el uso incorrecto de los medicamentos.

El uso incorrecto de medicamentos genera un escenario nocivo para los pacientes y trae aparejadas importantes consecuencias a nivel de la salud pública: resistencia a los antimicrobianos, reacciones adversas a los medicamentos, errores de medicación, desperdicio de recursos, pérdida de confianza del paciente, etcétera.

La prescripción de un fármaco es un proceso deductivo, basado en información acerca de un problema de salud. La prescripción debe ser precedida por adecuada anamnesis, para llegar a un diagnóstico presuntivo, e indicar el medicamento adecuado.

La prescripción racional debe tener presente:

    Definir el o los problemas del paciente.
    Especificar los objetivos terapéuticos.
    Diseñar un esquema terapéutico apropiado para el paciente.
    Escribir la receta (iniciar el tratamiento).
    Brindar información, instrucciones y advertencias.
    Supervisar la evolución del tratamiento.

Definir el problema del paciente. El problema por el cual el paciente consulta está constituido, en principio, por dos partes: a) los síntomas que lo aquejan, y b) los signos que el médico evalúa.

Especificar el objetivo del tratamiento. No deben perderse de vista los tratamientos: etiológico, fisiopatológico y también sintomático. Es necesario enumerar los posibles tratamientos. Es así que se llega al denominado “Tratamiento P”. La letra “P” hace referencia a “personalizado”. Una vez que se decide que el tratamiento adecuado para el paciente incluirá un fármaco, éste deberá elegirse de acuerdo a:

Diseñar un esquema terapéutico apropiado para el paciente. Se recomienda que todo profesional que prescribe, defina su formulario personal, es decir, medicamentos que van a responder a los problemas de salud prevalentes, debiendo actualizarlo regularmente. Una vez que se han definido el (los) objetivo(s) terapéutico(s) se enumerarán los posibles tratamientos, eligiendo el (los) fármaco(s) sobre la base de la eficacia, la seguridad, la conveniencia y el costo, entre los productos disponibles.

En la actualidad no puede dejarse de lado la mención de la importancia que ha adquirido la Farmacogenómica y su consecuencia la “Terapéutica Personalizada”.

1. Inicio del tratamiento. La prescripción es el punto inicial del tratamiento. Aquí es donde se debe aconsejar y explicar por qué es necesario que inicie el tratamiento. Es imprescindible ser claro, adaptarse al lenguaje que entiende el paciente y que una vez que haya entendido, realice la prescripción con letra clara.

2. Brindar información, instrucciones y advertencias. Debe aclararse qué efecto se busca con la prescripción, cómo debe tomarla, cuáles son los posibles efectos adversos que pueden llegar a aparecer y qué hacer en caso de que alguno de éstos aparezca.

3. Supervisión del tratamiento. Un tratamiento bien seleccionado, no siempre conduce a un resultado exitoso (variabilidad biológica). Es por ello que se necesita de una supervisión de los tratamientos para evaluar la respuesta y evolución. Puede requerirse la modificación o suspensión. La supervisión puede ser: pasiva, donde se explica al paciente qué hacer frente a posibles resultados de la terapia (tratamiento no efectivo, aparición de efectos no deseados), y/o supervisión activa, conducida por el médico, mediante controles periódicos establecidos, de acuerdo con la enfermedad y a las condiciones particulares del paciente.

Diseñar un esquema terapéutico apropiado para el paciente. Se deberá tener en cuenta el perfil clínico (p.ej., alteraciones cardíacas, antecedentes de convulsiones, inadherencia terapéutica, comorbilidades).

Inicio del tratamiento. Se debe confeccionar la receta (teniendo en cuenta lo establecido por las normas del “Arte de prescribir”).

Brindar información, instrucciones y advertencias. El inicio del tratamiento debe ser consensuado, en lo posible realizando el primer control a las cuarenta y ocho horas. Debe explicársele al paciente que los efectos indeseables que figuran en el prospecto son contingencias que, como tales, podrían ocurrir o no.

Supervisión del tratamiento. Será periódica, dependiendo del tipo de tratamiento.

Medicamento P. El concepto de medicamento P se basa en la confección de una lista de medicamentos que el médico utiliza habitualmente para el tratamiento de síntomas puntuales.

El medicamento P es aquel que el médico elije, ya que se encuentra más familiarizado con las características de eficacia, seguridad y farmacinéticas (interacciones).

Para finalizar, cabe recordar lo establecido por la OMS: “cuando se selecciona un medicamento P es importante recordar que se está eligiendo un fármaco de primera elección para una patología común. No para un paciente determinado.”
 
Autor:
Bolaños, Ricardo: Médico (UNLP). Doctor en Medicina, (UBA). Especialista en Farmacología Clínica (UBA). Postgraduado en Administración Sanitaria (USAL) y en Epidemiología (ANM). Integrante de la ANMAT desde 1993.


Bibliografía

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WIKINSKI, S. - JUFE, G. (2004). El tratamiento Farmacológico en Psiquiatría. Indicaciones, esquemas terapéuticos y elementos para su aplicación racional. Parte 2, capítulos 7, 9 y 13. Buenos Aires: Editorial Médica Panamericana.

Soutullo Esperón, C. - Mardomingo Sanz, M. J. (2010). Manual de Psiquiatría del Niño y del Adolescente. Asociación Española de Psiquiatría del Niño y Adolescente. Madrid: Editorial Médica Panamericana.

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BUENAS PRÁCTICAS DE PRESCRIPCIÓN. Disponible en http://www.dmsgbc.sld.cu/formulario/buenas.htm. 28.11.2011 http://eurosocialsalud.eu/files/docs/00517.pdf 1996

VRIER - HENNING - HOGERZEIL - FREZLE et col. (1998). Guía de buena prescripción. Manual Práctico OMS. www.who.int/mediacentre/factsheets/fs338/es/index.html

www.scribd.com/doc/38688381 Buenas Prácticas y Recomendaciones sobre Uso Racional de Medicamentos.

CÓDIGO DE ÉTICA MÉDICA DE NÚREMBERG (1947).

DECLARACIÓN DE HELSINKI (1964). Posteriores actualizaciones.

Comisión Nacional para la Protección de los Sujetos Humanos en Investigación Biomédica y Conductual de los Estados Unidos; Informe Belmont: “Principios Éticos y Guías para la Protección de los Sujetos Humanos en Investigación”. 1978.

Guía de Buenas Prácticas Clínicas de la Conferencia Internacional de Armonización (1996) (ICH E6).

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Uso racional de medicamentos https://colfarjuy.org.ar/ colfarjuy

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